Traducción de Micaela Ortelli y Carolina Orloff
"Creo que fue a mediados de enero de este año cuando levanté la vista y vi la marca en la pared por primera vez. Para indicar una fecha primero debo recordar lo que vi. Así que ahora pienso en el fuego, en la luz amarilla fija sobre la página de mi libro, en los tres crisantemos en el florero redondo sobre la chimenea. Sí, seguramente era invierno, y recién habríamos terminado de tomar el té, porque recuerdo que estaba fumando un cigarrillo cuando levanté la vista y vi la marca en la pared por primera vez. Miré por entre el humo del cigarrillo y mi vista se detuvo un instante en el carbón ardiendo; se me vino a la mente aquella vieja imagen de la bandera roja flameando en la torre del castillo, y pensé en los caballeros rojos ascendiendo por la ladera de la roca negra. Para mi alivio, ver la marca en la pared interrumpió el pensamiento, pues es una imagen vieja, una imagen automática, que construí de niña tal vez. La marca era pequeña y redonda, negra sobre la pared blanca, situada a unos quince centímetros sobre la chimenea.
Con qué facilidad los pensamientos se lanzan sobre un nuevo objeto; lo elevan unos instantes -como hormigas cargando una brizna de paja con tanta avidez- y luego lo abandonan... Si un clavo había dejado esa marca, no podía haber sido por un cuadro; tendría que haber sido por una miniatura, la miniatura de una dama de rulos blancos, de mejillas empolvadas y labios como rojos claveles. Una falsificación desde luego, pues los que vivían en esta casa antes que nosotros habrían elegido ese tipo de cuadros: un viejo cuadro para una vieja habitación. Esa clase de personas eran personas muy interesantes. Y pienso en ellos tan a menudo, en lugares tan extraños, pues nunca los volveré a ver, nunca supe lo que pasó después. Dejaban esta casa porque querían cambiar el estilo de los muebles, así dijo él; y estaba por decir que, en su opinión, detrás de todo arte debe haber ideas cuando nos separaron, como nos separamos de la señora que está por servir el té, o del joven que está por golpear la pelota de tenis en el patio trasero de una casa en las afueras al pasar rápido en el tren.
Pero en cuanto a la marca, no estoy segura; no creo que haya sido provocada por un clavo después de todo. Es demasiado grande, demasiado redonda. Debería levantarme, pero si lo hago y la miro, apuesto diez a uno que no sabría decirlo, pues cuando algo está hecho, nunca nadie sabe cómo sucedió. ¡Oh, pobre de mí! ¡Qué misteriosa es la vida! ¡Qué inexacto es el pensamiento! ¡Qué ignorante es la humanidad!"
-------------------------------------------------------
Ediciones Godot (CABA)
390 págs. - 23 x 15 cm.
Otros libros de Virginia Woolf
Prensa
La Nación: Virginia Woolf tiene algo que decirte LEER
Mi lectura de la semana: Reseña LEER
1 cuota de $7.390 sin interés | Total: $7.390 | CFT: 0,00% | TEA: 0,00% |
3 cuotas de $2.463,33 sin interés | Total: $7.390 | CFT: 0,00% | TEA: 0,00% |
1 cuota de $7.390 sin interés | Total: $7.390 | CFT: 0,00% | TEA: 0,00% |
1 cuota de $7.390 sin interés | Total: $7.390 | CFT: 0,00% | TEA: 0,00% |
4 cuotas de $1.847,50 sin interés | Total: $7.390 | CFT: 0,00% | TEA: 0,00% |