*
El maleficio
Cada vez que soy feliz
el maleficio de Nana se manifiesta.
Los pájaros se vuelven herramientas de plomero,
un soneto se vuelve un chiste verde,
un viento se vuelve una traqueotomía,
un bote se vuelve un cuerpo,
un moño se vuelve una horca,
todo por la canción de Nana,
notas agrias llaman en su locura:
Lo hiciste. Sos el mal.
Yo tenía trece años,
su incómoda homónima,
nuestros ojos verdes idénticos.
No hay novedades en eso
salvo cada vez que yo decía:
Me siento genial o
La vida es maravillosa o
Escribí un poema,
el latido del corazón
la mano adormecida,
los ojos se vuelven negros
desde los bordes exteriores,
el xilófono en los oídos
y la voz, la voz,
el maleficio de Nana.
Mis ojos tartamudean. Estoy ciega.
Sentada sobre las escaleras a los trece,
las manos fijas en mis orejas,
el psiquiatra con la boca como Hitler
trepando delante mío como un funerario,
y el aullido de miedo de la anciana:
Lo hiciste. Sos el mal.
Fue el día destinado para mí.
Trece para toda tu vida,
solo las máscaras fueron cambiando.
Sangre en mi boca,
un pescado sacudiéndose en mi pecho
y la perdición me estampa con su pequeño pie.
Lo hiciste. Sos el mal.
Ella se fue hace mucho.
Ella se fue en el tren de la muerte.
Pero alguien está en la galería de tiro
esperando el momento.
La muerte apunta.
¡Me siento genial!
¡La vida es maravillosa!
y sin embargo justo en el blanco,
el maleficio.
Es todo cuestión de historia.
El brandy no es consuelo.
El Valium solo me tumba
como una reina muerta de la nieve.
¡Sí! Yo todavía soy la delincuente.
¡Sí! Llévenme a la comisaría.
Pero fichen a mi doble.
*
Traducción de Noelia Torres
Caleta Olivia (CABA)
78 págs. - 20 x 14 cm.
Sobre la autora
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