¿Cómo se calculan los elementos imprevistos? Parece tener que ver con el arte de reconocer el rol de lo imprevisto, de no perder el equilibrio ante las sorpresas, de colaborar con el azar, de admitir que en el mundo existen algunos misterios esenciales y, por lo tanto, que los cálculos, los planes, el control tienen un límite. Calcular los elementos imprevistos quizá sea precisamente la operación paradójica que la vida más nos exige que hagamos (Rebecca Solnit, Una guía sobre el arte de perderse)

"La Pupi salió del baño, prendió la tele y se quedó en el sillón con el mate y los puchos. Miró la foto del Cachi en la repisa. Le tiró un beso. Lo extrañaba. Dos meses hacía ya que se había ido a Europa. Las cosas para ambos estaban mejor. Y era la primera vez que una pyme del Cachi funcionaba. Pendulando entre la precariedad del trabajo sistematizado y las brillantes ideas, el Cachi vendió AFJP en los noventa, Cementerios Parque, tiempos compartidos, hizo encuestas para Menem, vendió milanesas de pollo, tuvo un remis, fue de los primeros en meterse en el curro de los celulares que venían con los Mercedes Benz y que vendían por separado con el contacto de Mendoza. Vendió viajes a la Isla Margarita y a Cancún. Perdió bastante con el Mundial del 94, ahí lo cagaron feo y se deprimió. La Pupi lo bancó estoicamente. Trabajando en la fábrica de jeans como una burra. La marca estaba de moda y le hacían propaganda en la tele. Coco night. Después ella se quedó sin trabajo, tuvieron que volver a la casa de la suegra. Y empezaron con el castillo inflable. Tenían cumpleaños todos los fines de semana. Una tormenta de piedra seca les destrozó el castillo y no quisieron invertir más. La Pupi consiguió trabajo en el negocio del padre de una amiga en el shopping. Y el Cachi volvió a deprimirse. Ella fue ahorrando peso por peso, para irse de lo de la suegra que para sus ojos colaboraba más con la depresión del Cachi. Lejos de ayudarlo lo hundía más con comentarios "Este país no es para inteligentes como vos, acá triunfan los vivos" como si el Cachi fuera una especie de Minetti no reconocido. La cuestión es que después de meses alquilaron un departamento en Villa Revol y se fueron lejos de Argüello. Poco tiempo después la trasladaron a la administración del local. Dejó el shopping y tuvo horario de oficina. El Cachi mejoró y entró a trabajar en un call center. Y en seguida vio el curro de la voz. Presentar carpetas médicas seguidas por disfonía y listo: la ART se hacía cargo del sueldo por lo menos seis meses sin moverse de su casa y eso le daba la posibilidad de hacer el negocio de "sus sueños". Así le había dicho a la Pupi. Y se anotó en un curso para hacer cerveza artesanal. Pero para fabricarla había que tener un patio o un espacio más grande. La suegra se había muerto y volvieron a Argüello. La casa estaba pintada con color rosita en los dormitorios y durazno en el living. Lo primero que hizo la Pupi fue tirar todas las cosas que habían quedado antes de llevarla al geriátrico. Sábanas, colchas, colchones. Sentía que todo estaba impregnado con olor a pis. Limpiaron todo y llevaron sus cosas. El Cachi armó en el garaje "el laboratorio" como él decía. Y le fue bien. Pegó un socio de Alta Gracia que los hizo entrar en la Feria de las Colectividades. Por primera vez en años el Cachi ganaba más que la Pupi, que se había ido a trabajar al supermercado porque el local cerró con una de las estampidas del dólar. Le propusieron al Cachi ir a Alemania. El hermano del pibe de Alta Gracia vivía ahí y le tiró la idea de ir a fabricar la cerveza artesanal allá. Lo charlaron mucho. La Pupi estaba cansada de tanto trajinar. Y se tomó el trabajo del supermercado como un ahorro hasta que se fuera a Alemania. Pero se quedó sola en la casa de la suegra. Con el fantasma de la suegra y los que ella tenía, propios, en Argüello."

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Caballo Negro (Córdoba)

146 págs. - 20 x 14 cm.