"Las siete vidas de Diana
Estoy encerrada y tengo tiempo de sobra para pensar. Imagino otras vidas posibles, tal vez pasadas o futuras. Soy la encargada de la biblioteca, por lo que paso largas horas leyendo. Confieso que robo ideas sobre personajes y situaciones; total, los autores no se enteran.
Hoy es lunes y soy lady Aldridge, esposa de lord Aldridge. Vivimos en Londres, en una casa espléndida en Regent's Park. Henry es un médico de renombre, especialista en corazón que ha sido consultado por la Familia Real en más de una oportunidad. Tenemos dos hijas, ya presentadas en sociedad y en edad de merecer. Son muy distintas entre sí. Una es bonita, pero no muy despierta. La otra no es agraciada, pero es demasiado inteligente y los pretendientes brillan por su ausencia. El padre esta preocupado por ambas, ante la falta de propuestas matrimoniales. Yo no tengo tiempo de preocuparme de ese tema porque no me alcanza el día para todas las cuestiones domésticas y sociales. Las cenas, la ópera, el correo, los tés y la ineficiencia del personal logran quitarme el sueño. Fui educada para esta vida. Sé que mi madre estaría orgullosa. Lamento no haberle dado a mi marido el hijo varón que él hubiese querido. Henry es muy amable conmigo y exige poco de mi parte en la intimidad, gracias a Dios, porque es un tema que no me interesa y con el que cumplo cada tanto, por obligación. Desconozco si él preferiría más entusiasmo de mi parte al respecto o si canaliza su energía en alguno de los salones del este de la ciudad, como hacen todos los hombres de su edad y condición social.
Los días miércoles están dedicados a la doctora Harris. En general, me encantan. Soy médica, nacida y criada en Manhattan, aunque estudié en Harvard y después volví a Nueva York. Estoy terminando mi residencia en el Mount Sinai Hospital, Madison. Adoro la medicina y le dedico la mayor parte del día. No tengo mucha vida social. El hermano de mamá es uno de los directores del hospital y es un peso para mí, porque si bien facilitó mi llegada, disto de ser su sobrina preferida. Mis compañeros de residencia suelen ir al Hooligan's a la salida, pero es raro que vaya con ellos. De hecho, ya no me invitan. El que sí me invitó a salir es el director administrativo, William. «I'll think about it», fue mi respuesta por ahora. Me lleva unos años y es viudo. Se parece a Elliot Gould cuando era joven. Estoy muy tentada; el problema es qué dirá el tío si el romance prospera. Supongo que a favor podría intervenir su hermana, es decir, mi madre, que le cuenta a quien quiera escucharla que está desesperada ante mi soltería permanente."
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Pukiyari (USA)
232 págs. - 20 x 13 cm.
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