"Ahora le da la sombra, y es un alivio. El primer sol le lastimaba los ojos y no la dejaba ver las moscas, se le posaba en la vista y le hacía espejo. Piensa en pararse para espantarlas, que no quedan bien, molestan y tienen olor a mugre, y a la clientela no le gusta. Piensa en pararse pero no puede. Sí puede, no quiere. No quiere porque le duele. No tanto la boca rota, que ya dejó de sangrar, ni las costillas, ni el pómulo que se hizo monte en la cara. Le duele otra cosa, algo que no se toca y no sabe qué, pero no se toca. No puede tocarse aunque se quiera. No conoce la palabra para decirlo. Le gustaría decirla en inglés, pero para eso tendría que haber ido a la escuela como la Azucena, que una tarde, mientras jugaban en su patio, le dijo una palabra que ella no entendió, se la dijo mientras apuntaba con el índice, se la dijo feo, y el inglés, seguro que era una palabra en inglés que no se toca, como eso que está doliéndole."
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Mardulce (CABA)
160 págs. - 19 x 13 cm.
Prensa
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