Es normal no ser convidada con nada para comer o tomar cuando sos una princesa (Laura Demers)
"Que entrara al colegio cuando las clases ya habían empezado desató rumores enseguida. Se decía que su colegio anterior era especial, que no tenían boletines ni notas y que podían ir con ropa de cualquier color. También se decía que su hermano le había clavado un compás en la mano a un compañero, y que a causa de este evento toda la familia había sido expulsada de la institución. Se decía también que la madre trabajaba de causar accidentes automovilísticos en el campo, y que el padre era un marinero solitario que vivía en una casa de vidrio y madera. Pero de ella no se decía nada, y de su boca tampoco salían palabras. Ella siempre estaba quieta y obnubilada, como si contemplara la formación y transformación de imágenes en su mente. Las chicas, mis compañeras, se la pasaban atentas a ella, incluso brindando asistencia siquiera antes de que Julia manifestara necesitar ayuda alguna.
Con el correr de las semanas, Julia fue aceptando las invitaciones que le hacían y fue conociendo las casas de todas, como en un tour. La mía no: a la mía no podía invitar a nadie, porque estábamos pasando por una crisis familiar. En lugar de ese tipo de invitaciones, un día mi mamá me quiso agasajar y planeó una salida a almorzar en McDonald's para mí y todas mis amigas. El plan era algo así: mi mamá pasaría al día siguiente por el colegio, entre el turno mañana y el turno tarde, y nos llevaría a todas caminando a comer hamburguesas. Ella se encargaría de llamar a las demás mamás y recordarles que pusieran en sus cuadernos de comunicados que las autorizaban a retirarse con ella.
A la hora del almuerzo del día siguiente éramos un manojo de piernas inquietas esperando salir, una formación de caballos de carrera esperando la bocina de largada, zapateando en el lugar. Cada una tenía su cuaderno en la mano para mostrar la firma que permitiera la conquista de las veredas. En medio del torbellino de cajitas fucsias para aparatos y pulseras de goma apiladas hasta los codos, vi que Julia se alejaba de nuestro grupo. Corrí hasta donde estaba ella.
-¿No venís?
-No, mi mamá no me deja ir.
-¿Por?
-No sé, dijo que McDonald's es grasa.
No lo dijo con maldad. Yo sabía que mi mamá y yo éramos grasas, o que por lo menos éramos distintas a su mamá y a ella, pero el hecho de que lo nombrara me hizo sentir que llevaba pegado un cartel en la espalda que lo afirmaba y que hacía rato todos veían sin decir nada. Lo que más bronca me daba era que otras compañeras y otras mamás también eran grasas, y Julia había ido a sus casas. Yo empezaba a intuir qué era lo que estaba mal en nosotras para la mamá de Julia, y quién sabe para cuántas otras mamás."
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Aguinaldo (CABA)
136 págs. - 21 x 15 cm.
Prensa
Al margen: Gianina Covezzi se sumerge para explorar la complejidad de los vínculos y las identidades LEER
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