Hay un túnel que cruza el Paraná por Candelaria.
En el cerro de Mártires aún se escuchan los repiques de lejanas campanas.
En la cripta de las ruinas de San José, sentado sobre una piedra, un cura lee un libro.
En algún lugar de Apóstoles hay dos campanas de oro enterradas.
"De entre todos los sitios lejanos, de entre todas las ciudades cerradas, vaciadas y desconocidas; de entre todos los territorios sin justicia y sin Dios y sin ritos, el Guayrá era un oasis. Un pequeño país de vida húmeda bajo el atardecer rajado, en medio del más incierto, inmenso y áspero de los secos. Era un oasis de salvajes enredaderas recostadas en los muros. De ríos que parecían vivos y de Santísimos de oro, que el padre Antonio Ruiz había mandado a traer desde lejanas tierras.
Era un oasis de maíz, poroto y mandioca crecidos prolijamente en las pequeñas huertas. Pero también de patios de naranjos, de limoneros, de árboles rosados de durazno, de zanahorias y repollos. Era un oasis de calles y niños que las limpiaban. De mujeres hilando en sus hamacas y de hombres perdidos en los algodonales.
De todas las tierras felices y ermitañas, el Guayrá era la estrella. La piedra tacurú junto con la vegetación era el aceite y el polvo. Antonio Ruiz era el fuego. Allá donde estaba sentado, allá llegaba un guaraní y le contaba un sueño. Lo llamaban "Antonio Rey" o "Antonio Luz". El padre estaba sentado, siempre en medio de una visión interior o dando una enseñanza. A su lado, el padre Jesús Maceta oía sus discursos y los memorizaba. Cuando Antonio relataba una visión, Maceta se quedaba un rato largo pensando, buscando alguna interpretación para sus imágenes.
Los dos jesuitas se ocupaban además de los asuntos administrativos del gobierno:
-Toma nota, Maceta -decía Antonio-. Nos han escrito pidiéndonos ciertos pájaros que desean enviemos al Rey desde Asunción. Escribe: Sentimos mucho no poder enviárselos, porque dichos pájaros viven en las selvas donde Dios los crio y huyen volando de nosotros. Pedimos ahora que Dios envíe la más hermosa de las aves, que es el Espíritu Santo, a Vosotros. Nosotros lamentamos no tener ninguna ave que enviarles."
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Blatt & Ríos (CABA)
304 págs. - 18 x 13 cm.
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