Si éste es mi cuerpo,
¿por qué no obedece a mi voluntad?
Si ése es tu cuerpo,
¿por qué no obedece a tu voluntad?
Obviamente, no es tu cuerpo
ni mi cuerpo:
es el voluble cuerpo
del ardiente mundo que hiciste,
Ramanatha.
(Cantos a Shiva)
"Su madre le prohibía salir en invierno al parque de nieve. Creía que podía perderse detrás de una puerta blanca. Decía que, en el parque, en invierno, detrás de los árboles nevados, la nieve mutilaba la vista hasta conducir hacia una puerta blanca, que la puerta se abriría, y detrás de ella, vería otro mundo cubierto de nieve.
Nina imaginaba que ese blanco de la puerta no era como el blanco de la nieve, no era como el cielo blanco de Rusia ni como la sonrisa blanca de su madre ni tampoco era el blanco de la espuma de la rabia. Quería averiguar cómo era el blanco de esa puerta, si era como la orquídea blanca o como el blanco del sol o como el cuarzo, casi transparente, o quizás era como las salinas formadoras de desiertos o como la arena nevada, quería saber si era como el crepúsculo en el Ártico o como el humo blanco del cementerio donde se queman los huesos de los muertos, de qué color serán los huesos de los muertos, pensaba Nina, cuando no pensaba que odiaba a su madre por no dejarla salir en invierno.
Cuando Nina cumplió dieciocho años no fue posible mantener la prohibición. Le dijo a la madre que haría un viaje. No le dijo que se había cansado de estar encerrada ni que se escapaba todas las noches para cantar en la calle, durante años, y que con la plata que había ganado pensaba irse en barco, muy lejos.
Fue entonces cuando la madre le hizo poner el parche. Un parche apenas visible en la parte alta de la nuca, detrás del cual el ojo izquierdo de la madre se escondía en el pelo.
¿Para qué lo quiero? ¿Para qué me sirve?, le preguntó Nina a la madre. Las cosas no se hacen para que sirvan, fue la respuesta. La madre de Nina lo consideraba una ofrenda y creía que las ofrendas se hacían en vida y con partes vivas del cuerpo.
-Es un ojo de la buena suerte, para vivir muchos años, para que no te ataque ningún espíritu ni te embarace.
La madre también tendría un parche, pero en la cara. Debajo, un cuenco vacío. Ella pensaba que podía vivir el resto de su vida con un solo ojo. Total, con el otro casi no veía."
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Marciana (CABA)
256 págs. - 13 x 19 cm.
Prensa
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