Memorias
"A los diez años yo era toda una mujer. Grande para mi edad, de pechos generosos y huesos amplios, una tía sana y maciza. De modo que entonces empecé a trabajar, antes y después de la escuela, cuidando bebés, haciendo recados y fregando aquellos condenados peldaños blancos de las entradas por todo Baltimore.
Alice Dean regentaba un burdel en la esquina más cercana de nuestra casa y yo hacía recados para ella y sus chicas. En aquellos tiempos tenía una mentalidad muy comercial. Nunca iba a la tienda para nadie por menos de cinco o seis centavos. Pero corría de un lado a otro por Alice y las chicas; incluso lavaba palanganas, retiraba el jabón Lifebuoy y las toallas. Cuando llegaba el momento de pagarme, le decía a Alice que podía guardarse el dinero si me dejaba subir a su sala de estar para escuchar a Louis Armstrong y a Bessie Smith en su victrola.
En esos tiempos una victrola era algo importante y en las cercanías no había ningún salón que la tuviera, excepto el de Alice. Pasé horas maravillosas allí, escuchando a Pops y a Bessie. Recuerdo la grabación de Pops de West End Blues y cómo me ponía. Fue la primera vez que escuché a alguien cantar sin palabras. Yo no sabía que él cantaba lo que se le ocurría cuando olvidaba la letra. Ba-ba-ba-ba-ba ba-ba y todo lo demás tenía mucho significado para mí... tanto como cualquiera de las palabras que no siempre entendía. Pero el significado solía cambiar según mi estado de ánimo. A veces el disco me ponía tan triste que me deshacía en un mar de lágrimas. Otras veces el mismo condenado disco me hacía tan feliz que olvidaba cuánto dinero duramente ganado me estaba costando la sesión en la sala de estar.
Supongo que no soy la única que oyó buen jazz por vez primera en un burdel. Pero nunca intenté sacarle partido. Si hubiese oído a Louis y a Bessie en una reunión de niñas exploradoras, me habría gustado lo mismo. Pero muchos blancos oyeron por primera vez jazz en casas como la de Alice Dean y contribuyeron a etiquetarlo como «música de burdel».
Olvidan cómo eran las cosas en esa época. Un burdel era casi el único lugar donde se encontraban blancos y negros de manera natural. No podían codearse en las iglesias. En Baltimore, casas como la de Alice Dean eran los únicos antros suficientemente extravagantes para tener una victrola y saber escoger los mejores discos."
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Tusquets (CABA)
232 págs. - 19 x 13 cm.
Prensa
El mundo: La palabra hambre, la palabra amor LEER
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