Era un día helado,
enterramos a la gata,
después agarramos la caja
y la prendimos fuego
en el patio de atrás.
A esas pulgas que escaparon
de la tierra y del fuego
las mató el frío.

W. CARLOS WILLIAMS

"La señora de la radio dice que afuera del auto hace cinco grados. Los vidrios se empañan porque, físicamente, tiene que pasar algo de eso. En la ruta hoy estamos nosotros dos. Anoche había unos cuantos. Siempre de a parejas, la cosa, parece que así se equilibra: quien acciona con el volante y quien vela por el hecho. La libertad es manejar de noche; equivale al movimiento libre de un bebé que descubre, por fin, que el pie se estira hasta la cabeza y que también es posible doblarse entero y rodar durante horas.

Le fumo en la cara a Federico. Me gusta cuando se queja de eso. Espanta mi humo con las dos manos y abandona el volante por unos segundos. Es ese tiempo en el que podríamos rodar por la banquina juntos, siempre juntos. Eso no pasa. No sucede que nos morimos, sucede que Federico toma el volante otra vez y ahí derechitos.

Los palos del costado de la carretera sostienen faroles que nos alumbran, que también velan por nuestras vidas. El cigarrillo se me muere, se me quema en la boca y rueda -él sí- por la banquina. Le toco la nuca a Federico y le meto el dedo mayor en el hueco que le cubre las meninges. Me gusta ese hueco en Federico; si mi tamaño fuese otro, dormiría siestas en ese espacio para demostrarle en realidad que sí lo quiero.

En la radio habla la misma señora y anuncia una canción en inglés. De temperatura, nos cuenta la cantidad de grados que hace afuera: ninguno. «Bajó la temperatura de una manera tremenda, abrupta, es muy feo el tiempo. Todos se enferman, todos caen en sus camas cubiertos de termómetros profesionales.»

En la ruta nadie se enferma, o por lo menos eso es algo de lo que no se habla. Hay que preservarse, estarse quieto de mente para no rodar por ahí y caer muerto en uno de esos laguitos que ahora mismo nos rodean."

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Emecé / Notanpuän (CABA / San Isidro)

168 págs. - 23 x 13 cm.

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