"Cuando Gilda murió yo tenía cinco años (si es que era yo todavia). Cuando Gilda murió yo tenía un abuelo y dos abuelas vivos. Hoy me acordé de que mi abuela, la de sin abuelo vivo, tenía un pájaro al que quería mucho, le hablaba y le cantaba, lo hacía dormir y le sostenía la mirada en la sobremesa. Me parece precioso que ese recuerdo sea mío, podría ser de Pizarnik pero es mío, "mi abuela tenía un pájaro", digo y me vuelvo más otra cosa. Tener un pájaro puede sonar hermoso y no, pero qué linda es la palabra pájaro.
PÁJARO
PÁJARO
ABUELA, PÁJARO.
Digo mientras pestañeo como para desgastar el recuerdo que adquirí. Cuando Gilda murió no era una santa y yo medio que sí. Ahora medio que al revés, y está bueno, sí, bueno. La primera vez que la escuché me puse a bailar y la segunda lloré como haciendo fuerza, así me entregué a la pasión desbordada imitando a todas las fans (que ya eran viejas) e inauguré la segunda generación de chicas que amamos a Gilda y recibimos su magia. El primer milagrito que viví, no era mío, lo vi por youtube pero lo sentí. En el video hay un hombre con gorra que dice que le pidió que se la sane, a la hija, y Gilda se lo concedió. Después hay bebés llorando y una chica que grita "la amamos" y toca todas las paredes (las paredes no están revocadas ni nada pero no se lastima). Después de ponerme a estudiar -su vida, las letras de las canciones y los milagros- enloquecía por vivir un milagro propio, ser el centro de un milagro, que me dé escalofríos, que vuelva a mi familia devota de Gilda y me llamen para dar testimonio en el documental de Gilda de National Geographic. Pedí:
que Nicolás venga con un anillo y nos casemos
que Cris Morena me vea en la calle y me lleve a hacer temporada al Gran Rex
que se me vuelvan los ojos azules
jugar en la Selección Argentina en algún deporte."
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Erizo (La Plata)
122 págs. - 21 x 15 cm.
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