Traducción de Ce Santiago
En el desierto
vi una criatura desnuda, bestial
que, en el suelo acuclillada,
sostenía en sus manos su corazón
y comía de él.
Dije: «¿Está bueno, amigo?».
«Está muy..., muy amargo», respondió.
«Pero me gusta
por su amargor
y porque es mi corazón.»
STEPHEN CRANE
"Podríamos comenzar por el primer recuerdo de mi madre:
Es 1960. Tiene tres años. Está sentada en el regazo de su padrastro, sobre una silla plegable de plástico en el techo de su caravana. Su hermano y su hermana mayores están sentados con las piernas cruzadas en una toalla de baño que han colocado encima de la basta cubierta de tejas asfálticas; la tela de felpa les deja marcas en la piel. Los dos llevan un par de gafas de sol a lo Jackie Onassis de su madre -de mi abuela- que les van grandes. Atardece; en el cielo del este van apareciendo las estrellas -sí, por entonces todavía podían verse estrellas sobre Las Vegas-, pero la familia está de cara al noroeste, al igual que sus vecinos y que los adolescentes contratados para cortar y regar el césped de los nuevos campos de golf y que los conductores de los autobuses urbanos que se han echado al arcén en las carreteras y que los turistas con las caras pegadas a las ventanas en sus habitaciones de hotel. Al igual que la ciudad entera.
Su padrastro señala hacia el desierto.
-Allí -dice.
Un fogonazo de luz atraviesa la cuenca. Una nube naranja con forma de hongo erupciona, rueda y bulle. Pasados unos segundos, mi madre oye el boom como de fuegos artificiales, y la caravana empieza a balancearse. De manera tremenda, el ardor calienta su rostro.
-Da que pensar -le dice su padrastro al oído con dulzura-. Puede que haya algo divino ahí fuera después de todo.
El estallido es una explosión nuclear de 104 kilotones. Abre un agujero en el desierto de roca y genera el cráter más profundo de las mil veintiuna detonaciones realizadas en la Zona de Pruebas Nucleares de Nevada: 97,5 metros de profundidad. El cráter desplaza setecientas toneladas de tierra y roca, incluidas dos toneladas de sedimento de uno de los filones del suelo maldito de H.T. P. Comstock, una lengua que llegaba hasta el extremo opuesto del estado y que el estallido ha volado ahora por los aires. La brisa de julio es ligera, indecisa. Empuja la radiación dirección nordeste, como hace siempre, rumbo a futuros casos de cáncer en Fallon y en Cedar City, en Utah."
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Malas Tierras (Madrid)
272 págs. - 21 x 14 cm.
Prensa
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