Diez minutos con la muerte
"La historia de mi pánico no empezó durante la noche fatídica en que me dio un ataque de pánico. En realidad, esa noche no tuvo nada de fatídica: si hubiese comprendido las señales que durante meses me aturdieron con la persistencia y la ineficacia de una sirena antirrobo en una casa vacía, quizás hubiera podido protegerme de esa experiencia horrible.
Pero no las comprendí y no pude evitar que de pronto el mundo se deslizara de su eje y me lanzara hacia un abismo corporal, un desgarro existencial, y a los brazos de la desesperación más pura. Porque así fue la desesperación de esa noche: perfecta y sobrecogedora, como la nieve blanca y profunda de los polos.
Por ese entonces yo iba a yoga tres veces por semana y formaba parte del núcleo duro de discípulos (cuatro mujeres, dos hombres) que no faltaba jamás y que no tenía, al parecer, otra obligación antes de las diez de la mañana. La respiración profunda era lo que mejor me salía porque había que estar pendiente del cuerpo y hacía meses que yo estaba pendiente de mi cuerpo. No de mi figura; de sus órganos. No de mi aspecto; de su funcionamiento. Era capaz de dividir los pulmones en ocho partes y respirar alternativamente y a voluntad con cada una.
Control.
No faltaba nunca a yoga. Tan aplicada era que cuando finalmente me ausenté tres veces seguidas, la profesora empezó a llamar a casa."
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Marea (CABA)
192 págs. - 22 x 14 cm.
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