Crónicas y otros textos
Traducción de Edgar Stanko - De Brasilia: esplendor, Bárbara Belloc y Teresa Arijón
LOS ESPEJOS
"¿Qué es un espejo? No existe la palabra espejo –sólo espejos, pues uno solo es una infinidad de espejos. ¿En algún lugar del mundo habrá una mina de espejos? No se precisan muchos para tener la mina centelleante y sonámbula: bastan dos, y uno refleja el reflejo de lo que el otro reflejó, en un temblor que se transmite en mensaje intenso e insistente ad infinitum, liquidez en la que se puede hundir la mano fascinada y retirarla chorreando reflejos, los reflejos de esa agua dura. ¿Qué es un espejo? Como la bola de cristal de los videntes, me arrastra hacia el vacío que en el vidente es su campo de meditación y en mí el campo de silencios y silencios. Ese vacío cristalizado que tiene dentro de sí espacio para ir siempre hacia delante sin parar: porque el espejo es el espacio más profundo que existe. Y es algo mágico: quien tiene un trozo roto, puede irse con él a meditar en el desierto. De donde volvería también vacío, iluminado y translúcido, y con el mismo silencio vibrante de un espejo. Su forma no importa: ninguna forma consigue circunscribir y alterarlo, no existe espejo cuadrangular o circular: un mínimo pedazo es siempre todo el espejo: se le saca el marco y crece como se derrama el agua. ¿Qué es un espejo?: es el único material inventado que es natural.
Quien mira un espejo logrando al mismo tiempo la imparcialidad de sí mismo, quien consigue verlo sin verse, quien entiende que su profundidad es ser vacío, quien camina hacia el interior de su espacio transparente sin dejar en él el vestigio de la propia imagen, ese entonces percibió su misterio. Para eso hay que sorprenderlo solo, cuando está colgado en un cuarto vacío, sin olvidar que la más fina aguja delante suyo podría transformarlo en la imagen de una aguja.
Debo haber necesitado de toda mi delicadeza para no atravesarlo con mi propia imagen, porque un espejo en el que me veo soy yo, pero espejo vacío es espejo vivo. Sólo una persona muy delicada puede entrar en el cuarto vacío donde hay un espejo vacío, con una ligereza tal, con tal ausencia de sí misma, que la imagen no la señale. Como premio, esa persona delicada habrá penetrado entonces en uno de los secretos inviolables de las cosas: el espejo propiamente dicho.
Y descubro los enormes espacios helados que tiene en sí, tan sólo interrumpidos por uno que otro bloque de hielo. En otro instante, muy raro –y es necesario estar al acecho días y noches, ayunando de uno mismo, para captar ese instante–, en ese instante conseguí sorprender la sucesión de oscuridades que hay dentro de él. Después, sólo en blanco y negro, recapturé también, con un escalofrío, una de sus verdades más difíciles: su gélido silencio sin color. Es necesario entender la violenta ausencia de color en un espejo para poder recrearlo, como si se recrease la violenta ausencia de sabor del agua."
NOCHE DE FEBRERO
"Lo juro, créeme – la sala de visita estaba oscura – pero la música convocó hacia el centro de la sala – la sala se oscureció del todo en la oscuridad – yo estaba en tinieblas – sentí que por más oscura que estuviese la sala era clara – me abrigué del miedo – como ya me había abrigado de ti en ti mismo – ¿Qué fue lo que encontré? – nada, salvo que la sala oscura se llenaba de la claridad que se adivina en lo más oscuro – y que yo temblaba en el centro de esa difícil luz – confía en mí, aunque no pueda explicarlo – hubo algo perfecto y lleno de gracia – como si yo nunca hubiera visto una flor – o como si yo fuese la flor – y hubiese una abeja – una abeja helada de pavor – ante la irrespirable gracia de esa luz de las tinieblas que es una flor – y la flor estaba helada de pavor ante la abeja que era muy dulce – confía en mí aunque yo no confíe – porque tampoco sé lo que una abeja viva de pavor podría querer en la oscura vida de una flor – pero confía en mí – la sala estaba llena de una sonrisa penetrante – un rito fatal se cumplía – y lo que se llama pavor no es pavor – es la blancura subiendo de las tinieblas – no quedó ninguna prueba – no puedo asegurarte nada – yo soy la única prueba de mí misma."
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El cuenco de plata (Buenos Aires)
144 págs. - 21 x 13 cm.
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