Si es cierto que la infancia es la verdadera patria, y por qué no ha de ser cierto si lo dijo un tipo tan importante como don Rainer María Rilke, entonces en cuanto empezamos a vivir ya somos desterrados sin esperanzas. Si nos resignamos, claro. Hay quienes no lo hacen y por eso hay libros y sistemas filosóficos y teoría de las cuerdas y religiones y ciudades y locura. Menos mal: imagine un mundo razonable y resignado, qué horror. Fue ahí que me dio por esto de las nenas y dije ¿por qué no?
"Hay gente distraída: pierden las llaves, los anteojos, los guantes, los paraguas; se olvidan de dar cuerda a los relojes, de mirar si hay cartas en el buzón, de cerrar las puertas, eso, de cerrar las puertas. Alguien dejó la puerta abierta, entornada, no del todo cerrada. Entraba la luz del sol y la nena se acercó a mirar. Se arrimó, se arrimó, torció la cabecita para que los ojos le quedaran al filo de la hoja, y miró y lo que miró le gustó. La calle, ese lugar prohibido en el que sólo podía estar de la mano de mamá o de Agustina o en el auto de papá. Qué bueno, la calle. Puso su mano chiquita cerca del picaporte y tiró y la puerta se abrió. Qué bueno las canillas que largan agua las luces que se prenden las puertas que se abren. Nadie le había dicho nunca que no debía salir sola a la calle aunque sí le habían dicho que en la calle no debía soltar la mano de quien fuera, Agustina, mamá, la tía Queta pero no, no le habían dicho nunca, no le había dicho nadie nunca que no debía salir sola a la calle. Dio un paso y puso un pie en el sol y después el otro. El sol estaba tibio y eso también era bueno, qué bueno. Así que dio otro paso y llegó al filo del umbral. Que no era muy alto, el umbral, de modo que bajó un pie y después el otro y el sol seguía siendo tibio y bueno. Le dieron ganas de aplaudir pero cuando dio la primera palmada se dio cuenta de que tenía las manos libres, de que no estaba dándole la mano a nadie y un poco se asustó. Estiró un brazo y se agarró de la reja del balcón, que era el balcón del escritorio de papá. Así se estaba bien, qué bueno, al sol y agarradita del balcón. Entonces, recién entonces miró la calle. Miró hacia adelante, muy muy adelante, allá lejos. Allá lejos, muy lejos, no acá cerca, pero allá lejos, las cosas se veían un poco borrosas: había una luz blanca y alrededor otras luces, o sombras, algo más gris, y la nena se preguntó qué sería eso y soltó la reja del balcón. En eso que se soltó y siguió mirando el blanco allá lejos ya no tuvo miedo y le pareció, no estaba muy segura pero le pareció que podía ir a ver qué era eso blanco porque podía ser que fuera otro sol pero que en vez de estar lejos en el cielo estuviera acá cerca en la calle."
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Emecé (CABA)
200 págs. - 23 x 15 cm.
Prensa
Télam: “Estaba cansada de las mujeres vencidas” LEER
Página12: “El mundo es interesante, pero hay que saber destriparlo” LEER
El ciudadano: Las “puertitas”de las nenas LEER
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