Olor a tierra nace y crece en el escenario de la Pandemia COVID 19. Los personajes de los relatos son de diferentes edades y géneros. Narran desde los cincos sentidos, pero sobre todo a partir de los aromas. Ellos mantienen una relación casi carnal con la tierra y la naturaleza. El olor a tierra atrae a estos personajes y los guía como un haz de luz en la oscuridad. Les trae esperanza, renovación y renacimiento. El olor a tierra los remonta a su historia y su prehistoria. A sus raíces más profundas y ciertas . A una esencia a veces desconocida que los trasciende y los nutre. Ese aroma acerca también esos significantes que no estaban. Trae palabras con emoción que antes eran mudas, como lágrimas secas. El olor a paella integra a una familia española que se exilia de su tierra durante la Guerra Civil. La escucha de una canción en idish mientras un hombre hornea el leicaj, trae una emoción desbordante.Su aroma renueva el anhelo de volver a su tierra, Polonia. Una mujer durante la primera etapa del confinamiento se refugia en el aroma de una salsa y del pasto recién cortado para volver a sentir su ser plenamente y renovar la confianza en la vida. Un roble crece, se despliega y va retratando con emoción y belleza a una familia durante cincuenta años en las diferentes estaciones del año. Un niño siembra la tierra. Confía en ella y transmite confianza a su familia. El diálogo telefónico entre una hija y un padre de noventa años durante la pandemia, despliega por medio del humor, una renovada energía vital que se transforma en brotes verdes que se aferran a la tierra más que sus propios pies. Un terreno vacío al atardecer en medio de la llanura del campo, confronta a una pareja con el paso del tiempo. Sus luces y sombras. Los hijos ya mayores que se van y la posibilidad de sembrar nuevos sueños. El aroma a pan recién horneado en un pequeño pueblo, acerca y cobija a dos viejas
amigas de la adolescencia.
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Ediciones Z (CABA)
120 págs. - 22 x 15 cm.
