Libro doble
"A las únicas personas que considero familia y quiero son a mi abuela Raquel, mamá de mi mamá, que no llegué a conocer porque falleció de cáncer en el mismo hospital en el que nací. Ella eligió mi nombre. A mi abuelo materno, Elías, durmió conmigo hasta mis once años: me ayudó con la tarea de la primaria, asistió a los actos escolares, me preparó la merienda mientras mis papás trabajaban en su kiosco. Un febrero falleció de insuficiencia respiratoria en el mismo cuarto en el que sigo durmiendo. A mi abuelo de parte de mi papá, Pablo, que gracias a él tenemos donde vivir porque vendió su casa para comprar Hamburgo y aunque estemos todos juntos no pensamos en alquileres. Ama juntar basura de la calle y armar objetos. A mi abuela Dora que tiene depresión desde que me acuerdo, siempre tirada con dolores en el cuerpo, enojada con todos. A mi tía Gladys, que también tiene un kiosco y siempre me regala bombachas. A José, su esposo: en mi infancia nos disputábamos el amor de mi tía y un día para demostrar quién mandaba le rompí un Rolex, pero siempre me defendí asegurando que fue un accidente doméstico. A mi primo Rodrigo que es como un hermano: animábamos los cumpleaños familiares bailando y cantando canciones del potro cordobés por plata.
A mis papás que según la Torá uno los elige antes de nacer." (Contraseña)
"En el trabajo como palta y tomate. A veces fiambre kosher cuando mis jefes compran; en la oficina solo se come comida kosher, así que tampoco se mezcla carne con leche. Voy a la fiambrería con la excusa de ir al quiosco y compro 8 fetas para mí de cualquier tipo de fiambre para el almuerzo. 8 fetas son 100 gramos. Desayuno un café con un bay biscuit que tiene 100 calorías y las fetas de fiambre las reservo para el mediodía y las como hechas rollitos parada frente a la heladera, con la puerta abierta. Como tan rápido que no llego a sentarme para comer.
En la oficina la vajilla está separada: los cubiertos negros son los de carne y los blancos de leche. Una vez a la semana viene un rabino a la inmobiliaria y se encierra con uno de los jefes en La Sala de Reuniones y le da una lección sobre un tema de la Torá. Antes de que el Rabino venga, la jefa pega un cartel en la puerta que dice Sala Rabino Chueque.
Ahora soy secretaria en una inmobiliaria, me contrató mi mejor amigo de la secundaria, al cual no veía hacía cinco años, y el reencuentro entre nosotros se da a partir de esta propuesta de trabajo. Decidí ponerme en una situación de sumisión creyendo que así mi vida laboral pegaría un salto cuantitativo. Quiero ser parte de la población trabajadora con sueldo fijo y una vida de calidad, eso creí en un principio." (La gran obra)
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Socios fundadores (CABA)
56 págs. - 20 x 15 cm.
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