Traducción de Daniel Saldaña París y Valeria Luiselli
Partir es morir un poco. Llegar nunca es llegar definitivo (Oración del migrante)
PARTIDA
"Bocas abiertas al sol, duermen. Niño y niña: frentes perladas de sudor, cachetes colorados, hilos de baba seca. Ocupan toda la parte de atrás del coche -extendidos, despatarrados, rotundos, plenos-. Desde el asiento del copiloto me volteo para mirarlos cada tanto, y luego sigo estudiando el mapa. Avanzamos rumbo a la periferia de la ciudad con la lava lenta del tráfico, que se mueve por el puente George Washington para disolverse, más adelante, en la autopista. Un avión sobrevuela y deja una cicatriz blanca en el paladar azul del mediodía. Mi marido, al volante, se ajusta el sombrero y se seca la frente con el dorso de la mano."
LÉXICO FAMILIAR
"No sé qué les diremos a los dos niños en el futuro, mi marido y yo. No estoy segura de qué partes de nuestra historia decidirá, cada uno por su lado, editar o suprimir, ni qué secciones reordenaremos e insertaremos de nuevo para crear la mezcla definitiva -y eso que suprimir, reordenar y editar mezclas finales es, quizá, la descripción más precisa de nuestro oficio-. Pero los niños harán preguntas, porque preguntar es lo que los niños hacen. Y no nos quedará más remedio que contarles algo con un inicio, un desarrollo y un final. Tendremos que dar respuestas, ofrecerles una narrativa.
El niño cumplió diez años ayer, justo un día antes de irnos de la ciudad. Fuimos espléndidos con los regalos. Nos había dicho, sin titubeos:
No quiero juguetes.
La niña tiene cinco años, y desde hace unas semanas ha estado preguntando, una y otra vez:
¿Y yo cuándo cumplo seis?
Ninguna respuesta la deja satisfecha, así que en general le contestamos con ambigüedades:
Pronto.
En unos meses.
En menos de lo que canta un gallo.
La niña es hija mía y el niño es de mi marido. Soy madre biológica de una, madrastra del otro y madre de facto de los dos. Mi esposo es padre y padrastro de cada uno, respectivamente, pero también padre de ambos, así sin más. Por lo tanto, la niña y el niño son: hermanastra, hijo, hijastra, hija, hermanastro, hermana, hijastro y hermano. Y puesto que estas construcciones y estos matices innecesarios complican demasiado la gramática del día a día -el nosotros, el ellos, el nuestro, el tuyo-, tan pronto como empezamos a vivir juntos, cuando el niño tenía casi seis años y la niña era todavía una bebé, adoptamos el adjetivo posesivo nuestros, mucho más simple, para referirnos a los dos. Se convirtieron en lo que son: nuestros hijos. Y a veces, a secas: el niño, la niña. Los dos aprendieron rápidamente las reglas de nuestra gramática privada, y adoptaron los sustantivos comunes mamá y papá, o a veces ma y pa. Y al menos hasta ahora nuestro léxico familiar ha definido bien los límites y los alcances de este mundo compartido."
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Sigilo (CABA)
480 págs. - 22 x 14 cm.
Prensa
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