Retratos, fetichismos, confesiones
Edición de Leila Guerriero
Reality is a sound you have to tune into (Anne Carson, Autobiography of Red)
"Escribí mi primera novela a máquina, un artefacto pesado y duro, las teclas me rompían las uñas; acabo de encontrarla en la casa de mi madre después de un año de ignorar su paradero. No soy fetichista, no me hubiese importado si se hubiera perdido en una mudanza. Escribí la novela de noche y tardé bastante en terminarla, algunos años. La empecé, no estoy segura, en el último de mi secundaria, a los 17. Los dos protagonistas de la novela, Narval y Facundo, vivían en mi cabeza y tenía que desalojarlos porque no me dejaban lugar. Constantemente pensaba en ellos, eran un concentrado de mis obsesiones adolescentes, que son muy parecidas a mis obsesiones actuales: el vampirismo, el sexo entre hombres, la turbia belleza baudeleriana, la belleza injuriada de Rimbaud, la literatura fantástica y de horror, los subterráneos, los demonios, River Phoenix y Keanu Reeves, Lestat y Louis. Mi novela, Bajar es lo peor, fue una especie de reescritura de Mi mundo privado de Gus Van Sant y Entrevista con el vampiro de Anne Rice, pero ubicada en Buenos Aires. Yo quería ver reflejada mi experiencia en un texto escrito en argentino, pero no quería que necesariamente fuese realista. Pensar que la experiencia solo se puede reflejar desde el realismo es un error común y una falta de imaginación grave, la misma que nos hace pensar que el realismo es para adultos y el género -el fantástico, la épica, el terror- para jóvenesy niños, malentendido por el cual los adolescentes leen La mano izquienda de la oscuridad de Ursula K. Le Guin, una novela sobre la tolerancia, la fluidez de la sexualidad, el estalinismo y las sociedades jerárquicas, y los adultos leemos a Elena Ferrante. Las dos son buenísimas y no hay motivo en el mundo que nos impida leer a las dos a la par -excepto el gusto, pero eso también se construye-.
Fue leída -según las pocas, muy pocas reseñas que salieron- como una novela de realismo sucio. Un crítico la destrozó y me mandó a escribir guiones de TV para series de adolescentes. Para él era un insulto: yo creo que Buffy, la cazavampiros o My So Called Life son genialidades que nunca podría escribir. Con los años, algunos críticos, como Elvio Gandolfo, escribieron que tenía elementos de terror moderno, de Hellraiser de Clive Barker. Para mí siempre fue una novela filo-fantástica con noche y drogas. Con el romanticismo de Cumbres borrascosas y la geografía del sur de la ciudad porque la conocía y, sobre todo, porque por ahí transitan Martín y Alejandra en Sobre héroes y tumbas (Facundo es un poco Alejandra, también, y el trío que acecha a Narval es un poco la Secta de los Ciegos). Cumbres borrascosas y Sobre héroes y tumbas eran mis novelas favoritas aquellos años.
Bajar es lo peor es el único de mis libros -no tengo tantos, pero no pasó con ningún otro- con el que recibí cartas de fans. Muchas y muy febriles, todas de chicas que me contaban sus vidas, sus excesos, el amor desesperado por alguien o directamente por Facundo, el chico que armé con retazos de lan Astbury, Nick Cave y Charlie Sexton -sobre todo, de Astbury-, la combinación que yo juzgaba alquimia de la hermosura y la crueldad. A muchas de esas chicas tuve que decirles que Facundo no existía y se enojaron. Una fan llegó a venir al lugar donde todavía trabajo, el diario Página/12, a exigirme que le marcara dónde quedaban las casas de los protagonistas, cuál era el sitio exacto del departamento donde Narval se despertaba frente al Riachuelo, dónde quedaba el sitio donde había crecido Facundo. Le dije que ninguna casa existía, que había casas que me habían inspirado, sí, pero en La Plata. Se ofuscó la chica. No me creyó. Después trajo a su exnovia, que también era mi fan. Estaban peleadas. La primera chica, la exigente, quería recuperar a la novia haciéndole un regalo, y ese regalo era yo, la autora de su libro favorito. Las tres tuvimos una conversación muy larga e incómoda en un bar. Días después, la primera chica volvió, sola -el regalo no arregló la situación-, me contó que su novia la amaba, pero que los padres y su clase social no la dejaban ser lesbiana, me dejó un libro de poemas y se fue. Nunca más las vi ni supe de ellas."
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Universidad Diego Portales (Santiago de Chile)
704 págs. - 24 x 17 cm.
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