¿Quién duerme por las noches? Nadie. El niño grita en la cuna, el anciano sentado junto a su muerte, y el joven habla con su amada, le respira en la boca, la mira a los ojos (Marina Tsvetaeva, Insomnio)
"A veces escuchas un zumbido. O una corriente espectral de aire te para los pelos de la nuca y te enfría la piel; o algo sube liviano como una pluma por la cara interna de tu antebrazo. Un sacudón repentino, tal vez solo un parpadeo, después una sensación de caer hacia arriba y ahí está. Y ahí estás tú también.
Si insistimos en definir algo en los términos de aquello que anula, ¿cómo podemos reconocer la esencia de lo que se ha perdido cuando finalmente aparezca? ¿Y cómo darnos cuenta de si ganamos algo con su presencia? Este es el problema con el insomnio.
De noche, cuando me desvelo, el mundo cobra otra tonalidad. Es más silencioso y más cercano. Empiezo a prestar atención a las texturas de las sombras. Percibo la oscuridad que se va espesando y cuelga como un paño de terciopelo sobre la noche profunda, y el tinte negro-verdoso que se observa cuando la humedad carga la atmósfera con estática. Después, la penumbra cede gentilmente anunciando el amanecer, y no se siente tanto como una insinuación de la luz, sino más como una indefinición en los bordes de la percepción. Parece como si un óptico te hubiese colocado un lente difuso sobre los ojos y luego te examinara preguntándote sobre las figuras borrosas que bailan en tu visión periférica. En mis desvelos, he llegado a comprender que hay una taxonomía de la oscuridad por descubrir, y con ella un vocabulario nocturno que podemos aprender.
También hay noches claras, iluminadas por la luna, noches espeluznantes en que todo parece agudizado y me despierto de golpe con la conciencia inquieta y la mente acelerada. Presa de una manía enervante, bajo haciendo crujir las escaleras y prendo la computadora para buscar malas noticias de lugares donde reina la luz del día: la explosión de una bomba, una masacre humana, inundaciones, incendios, ataques terroristas. Desastres habituales. Me agito y me desespero, exaltada de emoción ante noticias lejanas. Me dejo retener por la noche porque estoy convencida de que el misterio secreto de nuestra existencia podría estar en sus entrañas. Busco una revelación, algún dato valioso para llevar conmigo cuando cruce la frontera entre la noche y el día."
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Traducción de Florencia Parodi
Chai (CABA)
136 págs. - 21 x 14 cm.
Prensa
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