"¿Qué hay en el hecho de que mi padre está muerto que hace que no pueda dejar de repetirlo? ¿Por qué siento que Mi Padre Está Muerto sería un buen nombre para mi hijo?
Puedo imaginarme diciendo: "No puedo hablar ahora, tengo que ir a buscar a Mi Padre Está Muerto a su clase de hockey". Cantando: "Que los cumplas feliz, que los cumplas feliz, que los cumplas Mi Padre Está Muerto...".
Busco en internet Mi Padre Está Muerto y descubro que hay una banda con ese nombre. Y son de Ohio, como mi padre, como yo. Y puedo escuchar ahora mismo sus canciones, un MP3 ruidoso, lleno de estática, que se llama "Don't Look Now".
Mi padre es invisible. Ahora todo lo invisible me resulta interesante. Como cuando me siento en el departamento al que acabamos de mudarnos y toco la guitarra. Cuando me siento aquí y me doy cuenta, mientras toco y canto, de que la música es invisible. Y pienso en cómo me vería yo para una persona sorda. Me vería como una persona que cierra y abre la boca y desliza una mano sobre un pedazo de madera y usa la otra para tocar unas cuerdas. Y eso no es gran cosa. Solo una persona sentada, haciendo pequeños movimientos. Pequeños patrones con la boca, abrir cerrar, abrir cerrar, pequeños patrones con la mano, arriba abajo, arriba abajo. Y un sordo solo tendría manera de saber lo que estoy haciendo porque los movimientos crean vibraciones. Y aunque las vibraciones sean invisibles, puedo sentirlas en el aire. Puedo sentirlas, están tan presentes como yo.
Siempre pensé que ver a una banda tocar en un bar es una obra de teatro más interesante que cualquier obra de teatro. El guitarrista ahí parado, retorciendo los dedos, creando vibraciones gigantes, es cien veces más poético y misterioso que alguien disfrazado diciendo palabras memorizadas, palabras que se supone que significan algo.
Pero digo eso y también tengo que admitir que cuando estoy en casa tocando la guitarra y cantando, toco y canto una canción que escribí cuando estaba en la universidad, en una banda con la que tocábamos en bares. La canción se llamaba "Amo a mi mamá", y la tocábamos fuerte y rápido:
Amo a mi mamá
Amo a mi mamá
No es una bomba sexual
Pero es mi mamá
Me manda comida
Cuando me voy
Es vieja, es genial, mi mamá es la mejor
Amo a mi papá
Amo a mi papá
Estoy tan feliz
De que sea mi papá
Me manda dinero
Aunque soy mala
Es viejo, es genial, mi papá es el mejor
Y en cierto modo se suponía que tenía que ser una canción graciosa porque aunque la letra fuera tierna, la tocábamos como una diatriba. Pero por otro lado no era nada graciosa porque cuando la escribí estaba muy enojada con mi madre y mi padre, y la canción era una imitación de cómo los quería en ese momento: a regañadientes.
Y ahora, al cantarla, recuerdo en particular cómo le sostuve la mano a mi padre mientras se la cantaba, en el hospital, dos días antes de que muriera."
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Traducción de Virginia Higa
Chai (CABA)
208 págs. - 21 x 14 cm.
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